27 de diciembre de 2008

El hechizo de la luna

La luna es la fuente de todas las noches, el candil que ilumina nuestras verdades, el sol de esas vanidades que nos hicieron reír con el corazón.



RODOLFO 
O soave fanciulla, (¡Oh, tierna niña! )
o dolce viso (¡Dulce carita de bondad)
di mite circonfuso alba lunar (arropada por la luz de la luna!)
in te, vivo ravviso il sogno (Tú eres el sueño)
ch'io vorrei sempre sognar! (que siempre quise soñar!)

MIMÌ
(Mimì commossa) (Muy conmovida)
Ah, tu sol comandi, (¡Ah! ¡Todo lo que tú quieras,)
amor...! (amor...!)

RODOLFO
(cingendo con le braccia Mimì) (Estrechándola entre sus brazos)
Fremon già nell'anima (Tiembla mi alma,)
le dolcezze estreme. (por una extrema dulzura.)

MIMÌ 
(quasi abbandonandosi) (Casi abandonándose a él)
Oh! come dolci scendono (¡Oh! ¡Cuán dulces penetran)
le sue lusinghe al core... (tus palabras en mi corazón!...)
tu sol comandi, amore!... (¡Amor, sólo mandas tú!...)

RODOLFO
Nel bacio freme amor! (¡En mi beso palpita el amor...!)

(Bacia. Mimì) (Besa a Mimì)

MIMÌ 
(svincolandosi) (Desasiéndose)
No, per pietà! (¡No, por caridad!)

RODOLFO 
Sei mia! (¡Eres mía!)

MIMÌ 
V'aspettan gli amici... (Le esperan sus amigos...)

RODOLFO 
Già mi mandi via? (¿Quieres que me vaya?)

MIMÌ 
(titubante) (Titubeando)
Vorrei dir... (Quería decir...,)
ma non oso... (pero no me atrevo...)

RODOLFO 
(con gentilezza) (Con cortesía)
Di'. (Dilo.)

MIMÌ 
(con graziosa furberia) (Con una graciosa sonrisa pícara)
Se venissi con voi? (Y...¿si fuese con vosotros?)

RODOLFO
(sorpreso) (Sorprendido)
Che?... Mimì? (¿Qué? ¡Mimí!)


(insinuante)

Sarebbe così dolce restar qui... (Sería tan dulce quedarse aquí...)
C'è freddo fuori. (Hace frío ahí fuera)


MIMÌ 
(con grande abbandono) (Con sentimiento)
Vi starò vicina!... (Estaré a tu lado…)

RODOLFO 
(Aiuta amorosamente Mimì a mettersi lo scialle) (Amorosamente, ayuda a Mimí a ponerse el chal)
E al ritorno? (Y, ¿a la vuelta?)

MIMÌ 
(maliziosa) (Maliciosa)
Curioso! (¡Qué curioso!)

RODOLFO 
Dammi il braccio, mia piccina. (Dame tu brazo, pequeñita mía...)

MIMÌ 
(Dà il braccio a Rodolfo.) (Da el brazo a Rodolfo)
Obbedisco, signor! (¡Le obedezco, señor!)

(S'avviano sottobraccio alla porta d'uscita.) (Se van hacia la puerta tomados del brazo)

RODOLFO 
Che m'ami di'... (Que me amas... dímelo...)

MIMÌ 
(con abbandono) (Entusiasmada)
Io t'amo! (¡Yo, te amo...!)

(Escono) (Se van)

RODOLFO , MIMÌ
Amor! Amor! Amor! (¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!)

(Tomado de Kareol, http://www.terra.es/personal/ealmagro/boheme/acto1.htm)

17 de diciembre de 2008

Lágrima de aire

No, no tengo nadie a quien contarle. Me siento tan solo, asfixiado en una dulce trampa de incomprensión. Incluso a ti debo hablarte en silencio, callando lo que digo, demorando quién sabe si eternamente este falso alivio de contarle a tu sólida ausencia. A nadie puedo decirle, y nadie podría hacer nada por mí ni por el fin de mis pesares. Ella se encuentra a años luz de mis laberintos, y mis hijos son las cavidades de mi corazón, que a la vez me permiten vivir y me condenan a hacerlo.

El cansancio me abruma demasiado como para desmenuzarte el problema, como para volver a dibujar los detalles abstrusos de esta historia. Nadie puede escapar de su pasado, tal vez sólo suavizarlo, y ella no es diferente.

Cada día me cuesta más trabajo escribir…

Coincidencias

Nuestra vida no tenía adentros. Estábamos afuera y éramos otros. Nos desconocíamos, como si hubiéramos aparecido a nuestras almas después de un viaje a través de los sueños…

(…)

Vivimos allí un tiempo que no sabía transcurrir, un espacio que nadie podría imaginar cómo medir.

(…)

Desengañémonos, amor mío, de la vida y sus modos. Huyamos de ser nosotros… No saquemos del dedo el anillo mágico que llama, al moverlo, a las hadas del silencio y a los elfos de la sombra y a los gnomos del olvido…

(…)

Nuestra vida era toda la vida… Nuestro amor era el perfume del amor… Vivíamos horas imposibles, llenas de ser nosotros… Y esto porque sabíamos, con toda la carne de nuestra carne, que no éramos una realidad…

(…)

Acabaron de arder, amor mío, en el hogar de nuestra vida, los troncos de nuestros sueños…


(En la floresta de la enajenación, en el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa)

Muerto agradecido

José Antonio me hablaba de ellos continuamente, pero yo los rechazaba por blandos. Tengo que contártelo a ti, o a tu fantasma, porque ahora no tengo nadie a quien contárselo. El otro día los volví a escuchar en el coche, no recuerdo bien dónde iba, y si tuviera ahora a José Antonio delante le reconocería, por enésima vez, su buen gusto en música, y le estaría tan agradecido, como ese muerto de la historia, por haberme hecho tanto bien. Además, en tu risa, en tus gestos, encontré tantas veces los suyos, como si hubieses venido a cumplir mi destino… Otro más de tus embrujos.

Necesitaba contárselo a alguien, pero no tengo a quién, y estando tú ahí, silenciosa como la noche…



15 de diciembre de 2008

La luna más grande del año

Música: Guárdame, de Javier Ruibal

11 de diciembre de 2008

Fisiología del descanso

Al salir esta tarde creí entender por qué hoy me acordé de ti varias veces, así, veladamente, como si no fueras realmente un recuerdo sino un pequeño dolor de corazón o una caricia inesperada. Una luna redonda y apetitosa lucía en el cielo aún encendido de la tarde, augurando brillos y éxitos nocturnos a los que yo no asistiría. Reconozco que el camino de vuelta, ya anochecido, no me deparó una sola visión más de la luna llena…

También por la tarde había comenzado a leer un manual de fisiología. Ah, la fisiología fue mi gran gusto cuando estudiaba medicina: indagar en la apasionante maquinaria corporal hasta lo microscópico, observar cómo todos esos mecanismos y esas sustancias, yendo de acá para allá, cuidaban de las células, que a su vez trabajaban afanosas cumpliendo labores inteligentísimas, y siempre con el peligro de sucumbir a los desequilibrios de los sistemas de control, de caer en algún proceso de retroalimentación positiva incontrolado e irse a hacer puñetas, quién sabe si arrastrando a las demás células y a uno mismo con ellas. Leyendo el manual, pensé por un momento que aquella era la lectura que necesitaba, párrafos enteros rebosantes de mecanismos cuya fría previsibilidad se compensaba con el cálido arte de su ingeniería, con esa elegante forma en que se engarzaban desde los diminutos trasiegos osmóticos de iones y nutrientes a través de la membrana celular, hasta la propia y eminente consciencia. Si indagaba en las razones nanométricas de mi consciencia tal vez podría ser un poquito más inconsciente, olvidarme de mis olvidos inevitables, mostrarme incapaz de recordar mis renuncias, y así diluirlas como hechos poco dignos de la agradecida bioquímica o de la más que depurada biofísica. Y podría olvidarme de ti y de todos los sueños prohibidos.

10 de diciembre de 2008

El cambio de siglo



Turn of the Century, Yes
del album Going for the One
(Anderson,Howe,White)

Realizing a form out of stone
Set hands moving
Roan shaped his heart
through his working hands
Work to mold his passion into clay, like the sun

In his room his lady
she would dance and sing so completely
So be still he now cries
I have time oh let clay transform thee so

In the deep cold of night
winter calls he cries: Don't deny me
For his lady, deep her illness
Time has caught her
and will for all reasons take her

In the still light of dawn, she dies
Helpless hands soul revealing
Like leaves we touch we learn
We once knew the story
As winter calls he will starve
All but to see the stone be life

Now Roan, no more tears
Set to work his strength
So transformed him
realizing a form out of stone
His work so absorbed him
Could she hear him?
Could she see him?
All aglow was his room dazed in this light
He would touch her
he would hold her
Laughing as they danced
Highest colors touching others

Did her eyes at the turn of the century
tell me plainly
How we meet, how we'll love, oh let life so transform me
Like leaves we touched we danced
We once knew the story
As autumn called and we both
remembered all those many years ago
I'm sure we know

Was the sign of the day with a touch
As I kiss your fingers
We walk hands in the sun
Memories when we're young
Love lingers so

Was it sun through the haze
that made all your looks
as warm as moonlight?
As a pearl deep your eyes
tears have flown away
all the same light

Did her eyes at the turn of the century
tell me plainly
when we meet how we'll look
as we smile time will leave me clearly

Like leaves we touch, we see
We will know the story
As autumn calls we'll both remember
all those many years ago

9 de diciembre de 2008

Tus hojas

Me siento realmente mal. Pessoa, Soares en realidad, aunque en realidad fue Pessoa, escribe el Libro del desasosiego inventando su vida. Un gran genio, en verdad. Un genio hipócrita. Ahora puedo despotricar contra él, citarlo:

Mi visión de ti sería el lecho donde mi alma se adormeciera, niña enferma, para soñar otra vez con otro cielo. ¿Hablarías? Sí, pero que oírte fuera no oírte sino ver grandes puentes a la luz de la luna unir las dos orillas oscuras del río que va a dar al anciano mar donde las carabelas son nuestras para siempre.

y luego criticar su maldita puntuación, o esa especie de rebelión suya contra las formas, fundiendo nombres, adverbios y adjetivos sin respeto ni temor a la incomprensión. O su desorden pacato, o incluso esa banalidad que salpica sus textos geniales.

Yo aquí, hundiéndome lentamente en las angustiosas arenas movedizas del silencio y la soledad, apuntando como un idiota sus tres pasos para la vida (1º.- sentir los detalles nimios de esta vida como extraordinarios. 2º.- evitar el sufrimiento que el primer paso genera encarándolo de una de estas tres formas: a) analizando el dolor tan profundamente que el análisis y sus resultados acaben por acercarnos a él sin que duela; b) crear otro yo que soporte el dolor por nosotros; ó c) atender tanto al dolor que lo consideremos extremo y, como tal, motivo para el placer que todo exceso proporciona. 3º.- escribir sobre nuestro dolor para inmortalizarlo), y apuntándolos porque creo que tantos años míos no han podido desembocar en una situación tan pareja a la de ese individuo, Soares, todo el tiempo anotando en los libros de una aburrida oficina los sucesos monótonos, con la banda sonora de una Lisboa bulliciosa e inalcanzable. Yo aquí, creyendo a un genial embaucador…

Aún me salva el deber, mis hijos me salvan, ahora nada más puede evitar que me hunda en mí mismo, aunque las hojas húmedas, oxidadas, tus hojas rieguen las aceras sin consideración a mi dolor…

2 de diciembre de 2008

Sobre el desasosiego

"Un hálito de música o de sueño, algo que haga casi sentir, algo que haga no pensar".

Todo lo que nos aleja de nosotros nos reconcilia con nosotros mismos, con lo que realmente somos. Por eso, la música y los sueños, incluso el puro dormir sin sueños, son bálsamos para nuestras tribulaciones. Es cierto que a veces esta melodía o aquella pesadilla nos angustian y nos empujan al pozo de nuestros pesares, pero por lo común nos alegran, nos inventan una luz distinta, sin contraindicaciones, blanda y suave como el cumplimiento detenido de un deseo. La falaz y seductora oscuridad de las noches nos refleja obligándonos a mirarnos de frente; la liviana y estúpida luz del día nos entretiene en simulaciones y pérdidas de tiempo, sin conseguir convencernos de una sóla de sus naderías. ¿Cómo huir de la intrigante noche sin los sueños, sin el sueño? ¿Cómo huir del día cegador y previsible sin la música que nos enajena, que nos lleva a lugares sin espejos, que relaja nuestros músculos hasta el olvido de nosotros mismos? Tú has sido, eres una incomprensible melodía que me lleva más allá de la lucidez y de la costumbre...

26 de noviembre de 2008

El sur y el destino

Me quedé en aquella estación, perdiendo el tren que bajaba al sur. Sin embargo, el sur me espera...




El mar

De pronto lo entiendo: tu olor ha impregnado para siempre mi paso. Cada vez que una rendija se abre en la plana superficie del presente, y a través de ella el fértil mundo de lo posible enciende mis ojos y los llena de lágrimas −o tal vez de fuego−, el aroma distinto de tu cuerpo suple al oxígeno y alimenta mi pecho. Noto la sólida certeza de que habré de quererte hasta el último de mis suspiros, de que soy y seré hasta el último día de mi vida el rehén feliz de tu locura, el niño embrujado por tu amor.

Sueño, mujer, pero sueño sin huir, incrustado sin miedo en la esencia de nuestra fábula. Cantaba el poeta: “¿Por qué sigo aquí, / de qué sirve / esperar a un hombre / que siempre fue libre? / / Dime tú si vale la pena / amar tanto el mar / y enterrarse en la arena”. Yo, también abrumado por el mar, el de tus caderas; yo, también sometido al asombro de verte ahí, en la lejanía, dos hermosos ojos marinos que me atraen y donde sólo podría ahogarme; yo, que te conozco libre como el azar, te diré cómo hago:

Desde pequeño tuve al mar muy, muy lejos. Tierra adentro, en las noches insomnes del estío, su lomo de metal azul llenaba mis pesadillas. El niño que fui apenas comenzaba a imaginar que allá, en aquel infinito tenebroso y rugiente sobre cuya piel dibujaba caminos de muerte la luna, se encontraban el peligro, la soledad, el secreto y la perdición, los puros ingredientes de la vida. Poco a poco, con mis visitas ocasionales al mar, fui comprendiendo que de vivir, yo vivía en la tierra, y que el monstruo azul, con su eterna canción de espumas, pondría siempre ahí, a mi alcance, sus verdades tristes y sus cuentos de amor. Pero el mar renegaba de la asiduidad y de los hábitos: gigante espantoso, y sin embargo sentimental, el mar no deseó nunca acostumbrarse a mis visitas, y su alma salada se habría desvanecido si algún día yo hubiera omitido el asombro ante su diabólica danza de olas y resacas.

Por eso, mi niña, vivo en la tierra, claro que desenterrado, roturando los campos de mis desiertos, regándolos con lágrimas, con sudor, y sacando de ellos el verde milagroso de la vida. Y cuando nada lo predice, cuando ningún augurio lo presagia, me tropiezo con el mar. Entonces, el amor a ese horizonte suyo, festoneado de naufragios, y el estupor de adrenalina que me provoca, inundan de lleno mi alma, abriéndola de par en par, resucitándola y mostrándome quién soy: un pobre jugador que se muere por sentirse sorprendido por un aroma, un aroma que acude con una canción, que súbitamente surge entre sus ropas al contacto con un recuerdo, que inunda su sangre sin previo aviso, que quiere ser fruto de la sorpresa, de lo inesperado, de la luz fugaz, del insospechado viaje al centro de la tierra. El aroma de una mujer. Tu aroma.

19 de noviembre de 2008

Noche y gentío

Mi querida niña:

Sé que no te gusta. Aún recuerdo con qué vehemencia me pediste que retirase aquellas palabras sobre un mundo que yo calificaba de grotesco. Sé que no te gusta cuando trato de desmenuzar esta realidad miserable en la que todos nos movemos. Para ti, esas diminutas oportunidades para la alegría, que surgen en este o aquel recodo, dan suficiente luz al mundo, y me quieres soñando, y no despotricando contra un escenario que fue el de nuestros abrazos. Si lo piensas bien, hicimos el amor en rincones sinceramente inmundos, pero una capa de caricias nos aislaba de cuanta suciedad pudiera rodearnos.

Esta mañana llegué a la conclusión de que lo que más me saca de quicio es aquello que me obliga a tratar, a interaccionar con la gente. Entre andar y montar en bicicleta hay una diferencia abismal: puedo caminar escuchando un disco y pensando en mis desdichas, pero apenas puedo pedalear unos metros sin toparme con algún peatón despistado o maleducado, o con algún ciclista descerebrado, o tal vez con uno de esos conductores incapaz de ceder el paso. Caminando elijo, hasta cierto punto, el nivel de ruido de mi paseo. Es cierto que a veces me encuentro en el camino con algún compañero de trabajo y tengo entonces que aguantar una conversación, por lo general insulsa, y una compañía que deshacen la música y la reflexión. Por eso, cuanto menos me obligue una acción a relacionarme con la gente, más satisfactoria resulta. Por supuesto, me refiero a relaciones superficiales, indiscriminadas, involuntarias, inespecíficas…

Sin embargo, tú estás ahí, al otro lado de este silencio, en la otra orilla de este río marino que cubre nuestro bosque. Mis palabras, así en general, nunca te importaron por lo que significaban, pero resulta increíble cómo tu mirada, tus juegos, tus risas rozando las mías, las caricias que volaban con tanta gracia entre tu piel y mi piel, el profundo estrago que tus locuras provocaban en la aparentemente intocable rutina, resulta asombroso cómo todo eso que tú eras, y nunca dejarás de ser, compensaba tu desinterés por mis teorías. Nuestro bosque y nuestros encuentros se compusieron siempre de instinto y entrega, del juego de la emoción, y luego nos llevábamos aquellos aromas del paraíso al empedrado del calendario. El sentido de las palabras, la emoción de abrazarte, la desazón del gentío ciudadano… esta noche en que te echo tanto de menos...

Tuyo.

17 de noviembre de 2008

Estar en el mundo


De alguna manera, no tenerte me hunde en mis responsabilidades. Cuando visitaba ocasionalmente tu paraíso de juego e imprudencia me sentía más fuerte ante mis días, pero al fin y al cabo me encontraba muy lejos de ellos, aliviado siempre por tus besos, alterado sin remedio por el dulzor de tus locuras. Ahora, en estos tiempos en que Taur se hundió en el seno de un mar que lo aguardaba, puedo palpar los hilos más sencillos de la existencia, atender a las señales más básicas, estar en el mundo donde todos moriremos.

15 de noviembre de 2008

Manzanas

Pelo una manzana, y con el sencillo ejercicio veo a mi madre. Era como si ella quisiera conservar con las manzanas que me servía esa dulce sensación de cuidar a su niño. Nunca, hasta que murió, supe reconocer el amor puro e inocente que sintió por nosotros, sus hijos.

Tocar, mi hada, sabes que tocar es vivir. Sólo podemos soportar la vida tocándonos, palpando el presente desnudo, alejados sin premeditación del pensamiento y la deducción. Sólo habrá futuro, o mejor, sólo habrá presente si nos dejamos llevar por la brisa de los días, por los dolores y las efímeras alegrías, por el baile de caprichos sólo afinados por esa agradable dosis de cortesía que brota natural de nuestro corazón extraviado.

A mi madre la toqué tan poco… Y yo ahora, tal vez, me acerque por la puerta de atrás a aquel presente esquivo, al futuro tan elemental, tan triste…

14 de noviembre de 2008

Escribir en silencio

Luna. Bosque. Noche. El mar de enero, la brisa fría y salada se vino entonces, tras encontrarte, prendida en mis ropas con tu olor. Hoy el bosque se hundió en el mar, y el mar en el recuerdo que no tiene carne, y la luna brilla azul, fría, salada. Escribir me salva, aunque no quiero salvarme tanto, y por eso te escribo en silencio, te escribo el silencio, te digo callado, sin distraerte, acariciándote sin tocarte. Porque hoy no creo en nada, sólo en el movimiento que consiste en un paso detrás de otro paso detrás de otro paso detrás… Te escribo como si no escribiera.