17 de diciembre de 2008

Lágrima de aire

No, no tengo nadie a quien contarle. Me siento tan solo, asfixiado en una dulce trampa de incomprensión. Incluso a ti debo hablarte en silencio, callando lo que digo, demorando quién sabe si eternamente este falso alivio de contarle a tu sólida ausencia. A nadie puedo decirle, y nadie podría hacer nada por mí ni por el fin de mis pesares. Ella se encuentra a años luz de mis laberintos, y mis hijos son las cavidades de mi corazón, que a la vez me permiten vivir y me condenan a hacerlo.

El cansancio me abruma demasiado como para desmenuzarte el problema, como para volver a dibujar los detalles abstrusos de esta historia. Nadie puede escapar de su pasado, tal vez sólo suavizarlo, y ella no es diferente.

Cada día me cuesta más trabajo escribir…