A nuestro lado pasaron bosques, selvas encantadas en las que nos perdimos mientras los demás veían asfalto y arena, calles y rutinas.
A nuestro lado surgieron mares rugientes, inmensos monstruos del amor que rompían contra acantilados en los que tú aguardabas las velas de mi bajel.
A nuestro lado se encendieron noches oscuras de besos, olorosas de locura y lechos, noches de caricias y sueños.
A nuestro lado rompieron playas de seda, y vientos de hambre, el escenario de espuma donde tu risa cantaba alto, definitiva.
A nuestro lado brotaron montes de azúcar, horizontes, confines disueltos por nuestro amor sin fronteras, y el sol que jugaba entre las torres de encinas.
A nuestro lado siempre fue la luna, tu luna, la luna que eres, la luna enorme y luminosa, la luna como símbolo de mis suspiros antiguos, tú, mi luna.
Ahora descansamos en el invierno del bosque, pero ahí está la luna, abriéndose paso entre las ramas nevadas, ahí estás tú, viviendo en el cielo de mis lentas verdades…