La rueda del tiempo gira insensible, animada por su propia inercia. Me despierto indolente, consciente de los pasos que daré en el día, estipulado, sometido al ritmo cansino de la decencia. Y así transcurren los días…
Pero hay un instante de naufragio, un minuto de ojos abiertos, una nadería del reloj con océanos de tristeza. Y entonces tu mirada aparece en ese velo innecesario, en ese fondo de ruinas exquisitas, en ese laberinto de ternuras por el que pude perderme tantas, tantas veces. Y las entrañas me exigen el deleite afligido de escribirte, de verter aquí, en esta selva desierta, unas palabras improvisadas que nadie leerá. Grabar torpemente los nombres de mis miserias, a falta de tu piel, en el muro de la mismísima soledad, en un juego macabro, inconsolable, penoso… Sí, ahora, ahora mismo estoy tan cansado de vivir…